Mientras sobrevivamos a la resaca, Viña Rock continuará siendo el mayor Festival de música alternativa al sur de los Pirineos.
Crónica por Ary B.
Jarana y ríos de alcohol al »solecico» albaceteño. Conciertos rockeros, raperos, reggae-ros e incluso garrapateros a la sombra -porque en La Mancha, demasiado tiempo al raso puede resultar letal-. El Festival Arte-Nativo de Villarrobledo pone sobre la mesa relax y actividad a partes iguales durante cuatro jornadas consecutivas. Si entre la música, el bebercio y el papeo no se te relaja el gesto, lo tuyo tiene poco remedio.
Casi cuesta creer que Viña Rock cumpla los 20. Con dos décadas de trayectoria que han dado de sí de lo lindo, el Festival todavía parece tener sus mejores días por delante. Y es que, durante los últimos años, la afluencia ha adoptado una curva de crecimiento exponencial, cerrando esta edición 2015 con unos 200.000 asistentes en total.
Jueves. ¡Hágase la fiesta!
¿Comenzamos? Hip hop, público joven y hits de acento andaluz y madrileño. La apuesta Hip Hop -concentrada sobre el escenario Canna- arranca con Divergentes, Arkano y Arce; seguidos de la aclamada y divertida propuesta de Shotta. Su Flowesía continúa in crescendo tras una intensa gira que ha pulido y mimado cada detalle de su directo. También sevillanos, y también se salieron: SFDK ofrecieron más que un concierto, una clase magistral. Zatu disfrutó de la actuación casi tanto como su público. Una demostración de experiencia y recorrido que siempre se agradece desde el otro lado.
Mucho más jovencitos, pero Natos y Waor también son capaces de armar todo el jaleo que les pidan. Los de Madrid han pegado un salto cualitativo entre el año anterior y este 2015. De hecho, pasaron directamente de tocar a primera hora de la tarde hasta el prime time festivalero.
Muy dancehall, tanto Chulito Camacho como Fyahbwoy pusieron a los asistentes a bailar a ritmo de percusiones jamaicanas y fraseos contundentes. El escenario Coolway derrochó fuego y pateos desde temprano y hasta el apoteósico cierre de Skip and Die.
Viernes. Ritmo y raíces
Segundo-tercer día de festival y seguimos vivos. Saquemos la artillería pesada. Por ejemplo, unos Hablando en Plata que aterrizan su rap pura sangre sobre el escenario más en forma que nunca. Estos malagueños no se hacen mayores, solo mejores con el paso del tiempo. Disfrutamos en especial del regreso de Sicario, quién también participó pocas horas después del concierto de la Mala Rodríguez. Muy a nuestro pesar, los fallos de sonido ensombrecieron a ratos el espectáculo de la de Cádiz, pero María es una mujer de recursos. Vibrante y poderosa, cerró su show entre decenas de espontáneas a las que invitó a bailar con ella para sorpresa del respetable.
La noche del viernes fue el incendiario directo de Los Chikos del Maíz uno de los más abarrotados -superando la impresionante visita internacional de los holandeses Dope D.O.D.-, ante un multitudinario público que conocía al dedillo cada verso del grupo. Sobre territorio reggae, love and unity, impecables actuaciones de Sr Wilson y los míticos The Original Wailers. Bajo los focos, el grupo de Bob Marley realmente hace honor a la leyenda que irremediablemente trae consigo su nombre.
Sábado. Energía inagotable
Lo que tienen los conciertos a las cuatro de la tarde el último día de festival es que hay que echarle co***** para subir a verlos. Pero si lo haces, el karma te recompensa con momentos WTF como ver a Costa bajarse del escenario a rapear, liarla y dar de beber ron al público. Otro que lo pasó como un crío fue Little Pepe: el suyo fue un potente show de reggae sureño cargado de bailoteo. A los biribays invitaba la casa.
Los sonidos jamaicanos se consolidan en Viña Rock. Con una última jornada de espectaculares actuaciones: Green Valley, Protoje, Dub Inc. y, por supuesto, Morodo. Bien sabido es que el madrileño se siente como en casa en Villarrobledo, pues representa uno de los nombres tradicionales del Festival. Una vez más, nos ofreció un concierto bonito e inspirado.
Quienes no estuvieron tan brillantes fueron Toteking, Juan Solo y Cookin’ Soul. Los muy fans esperábamos de ellos un gran show, hip hop de trayectoria. Sin embargo, nos quedamos fríos con lo desorganizado e improvisado de su paso por el escenario Canna.
Colocando el broche final sobre Viña Rock 2015, Rapsusklei no defraudó. Colorido, enérgico -hasta se acercó a tocar las manos de las primeras filas- y variado en repertorio. El maño nos dejó el mejor sabor de boca para despedirnos del festi. Última copa, última rave rave. Apaga y vámonos, pero regresemos el año que viene.